jueves, 18 de marzo de 2010

Mamá, quiero ser artista

Comic FlorenEn resumen: no es tan malo como me esperaba.
Las reacciones ante la reedición ampliada de este libro de Spiegelman de finales de los setenta son encontradas. Básicamente podríamos decir que representan la posición del lector ante el medio. Para los conservadores el autor tuvo cierta fortuna con Maus, pero el resto de su obra, al menos aquellos fragmentos que ya habíamos visto en El Víbora y que ahora volvemos a encontrarnos aquí, es basura experimental, masturbaciones intelectuales sin relación con el cómic. El sector progresista establece una continuidad entre la convencional narrativa de Maus y sus ocurrencias más vanguardistas...
Todo es más de lo que parece y Art es un genio, uno de los grandes en el comic del siglo XX. Perdón: ¿he dicho comic? Quería decir arte.
Y es que, si algo caracteriza la labor de Spiegelman es su marcada voluntad artística. Ahí sigue los pasos de uno de sus maestros, el también judío Eisner. Al contrario que otra de sus fuentes de inspiración, Kurtzman, que siempre abogó por el carácter de entretenimiento del medio, tanto Eisner como más tarde Spiegelman defendieron que con viñetas se podían desarrollar obras tan interesantes como con otros medios. Eisner nació en el momento equivocado y con mucho esfuerzo consiguió convertir la novela gráfica en un concepto habitual. Pero Art fue más allá, ganando un Pulitzer con un trabajo inferior a muchos de los firmados por Eisner, el ya citado Maus. Paradojas de la fortuna, Spiegelman sí había encontrado un contexto favorable. Además se inventó una segunda oleada underground con su revista Raw. Desde ella proclamó su evangelio artístico y dejó de dirigirse al pueblo, buscando a la élite.
De alguna forma se hizo oír, lo cual no deja de tener mérito. El siguiente paso era abordar un tema muy serio, con una escritura más convencional. Después de la explosión Maus, con su mujer a la cabeza de la dirección artística del New Yorker, con la cuota de poder que ello supone, Spiegelman permanece instalado en su torreta de vaca sagrada del comic experimental, con un pie en las artes mayores y mirando siempre desde arriba a la comunidad de simples fabricantes de viñetas. A veces nos bendice con alguna genialidad, como su autocomplaciente reflexión sobre el 11-S.
Así que, sinceramente, no esperaba con entusiasmo este recopilatorio. Y ¿qué quieren que les diga? Me ha entretenido. Toda la introducción, una autobiografía a la peculiar manera del autor, se lee con interés. Sorprende su arrogancia, pero también nos desarma con su sinceridad. ¿Por qué ocultarlo? Él siempre ha querido ser artista. Así que nos muestra algunos de los componentes de su trabajo, incluida la mentira, pero también la magia y la repetición. Muchas de las historietas de la segunda parte ya las conocíamos, pero al cabo de los años nos resultan casi tiernas en su desparpajo experimental. Y además tienen una virtud innegable: son breves. En ellas encontramos sus conocidos juegos descontructivos, sus mezclas, sus pastiches, sus rodeos compulsivos...
Todo ello, por supuesto, con una presentación impecable: buen papel, barnices, buena reproducción... Así que, si pensaron que lo de las dos torres era una tomadura de pelo, creo que comprobarán que esto es algo mejor. Pueden darle otra oportunidad a Art, sin duda se lo merece.
Breakdowns
Art Spiegelman
Random House Mondadori S.A. Barcelona, 2009.
80 páginas. 21,90 euros
Florentino Flórez

Próximo jueves: "Cuando el cómic era arte"

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