sábado, 23 de octubre de 2010

A dos metros bajo tierra

En la oscuridad aparece una luz. El rostro de un hombre, desfigurado por el pánico, examina su alrededor. No hay duda. Está dentro de un ataúd. Trata de salir, pero es imposible, se encuentra a varios metros bajo tierra. El Zippo que le ilumina y el destartalado móvil que le acompañan son las únicas razones por las que no pierde la cabeza. Necesita escapar, tiene que hacerlo antes de que consuma todo el oxígeno o antes de que el terror le consuma a él.

Esto es Buried, una arriesgada película que nos entierra en la claustrofobia más extrema y que nos sumerge en la espeluznante idea de ser enterrados vivos. Se trata del segundo largometraje del director gallego Rodrigo Cortés, tras su estreno en 2007 con Concursante, y quien ha hilado un angustioso thriller tan original como rompedor, al cual algunos lo han llegado a comparar con las obras del mismísimo Alfred Hitchcock.

Buried es todo un ejercicio minimalista, únicamente cuenta con una sola ubicación y con un solo actor. Toda la acción se desarrolla dentro de un ataúd, y choca ver como Cortés no utiliza en ningún momento flashbacks o epílogos temporales. Simplemente va al grano, ofreciendo 90 minutos de suspense puro y duro.

Rodrigo Cortés recoge el guión de Chris Sparling y por el que nadie habría apostado ni un céntimo. Nadie pensaba que fuese posible realizarse. Sin embargo, Cortés vio que tenía potencial, apostó por él y ganó el envite. Cierto que es una película muy singular, pero tiene la virtud de conseguir que la tensión no decaiga en ningún momento, manteniéndote alerta constantemente. Una historia que cuenta con la angustia y la luz como protagonistas principales. Ellas son el hilo conductor de una trama en la que aflorarán todos nuestros más profundos temores: el miedo a la oscuridad, a la soledad, a sentirse encerrado y, finalmente, a la muerte. Todos ellos harán que nos sintamos como el pobre diablo encerrado en el ataúd, es decir, sin apenas aliento. Y es que esto no es película de miedo convencional. Esto es terror psicológico de verdad. Cortés nos entierra con cada plano, con cada llamada con la que el protagonista no obtiene resultado hasta sepultarnos con un trepidante y agitado final.

Pese a la limitación espacial que ofrece una caja de madera, el director español nos sorprende con la cantidad de encuadres y movimientos de cámara que vemos en pantalla. Algo que sin duda ameniza el desarrollo del film.
A todo esto, aún no he mencionado el espléndido trabajo que también realiza el único actor de Buried, Ryan Reynols. El canadiense, conocido por sus papeles en Smokin' Aces, X-men Originis: Wolverine o próximamente como Green Lanten, borda una interpretación sobre la que recae todo el peso del film. A lo que hay que añadir la tremenda profesionalidad de Reynols, quien se pasó 17 días seguidos tumbado dentro del ataúd, lo que le provocó acabar el rodaje con la espalda completamente destrozada y llena de úlceras.

Así pues, Rodrigo Cortés nos deleita con una de las mayores y más positivas sorpresas de este año. Un experimento cinematográfico que le sale a la perfección, y que lleva impreso un mensaje crítico hacia el sistema burócrata que nos domina. Todo un ejemplo a seguir para los nuevos talentos. Y es que no es necesario un gran presupuesto para realizar una buena película, tan solo basta con tener una buena idea.

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