jueves, 3 de junio de 2010

Cuando el tamaño importa

De un tiempo a esta parte se ha puesto de moda jugar con los formatos. Por lo poco habitual, sorprenden los gigantes. Recuerdo con nostalgia las escasas muestras que se produjeron en los setenta, tebeos que aprovechaban con inteligencia las sensaciones visuales facilitadas por la ampliación del espacio. Como el extraordinario Batman Vs. Hulk, dibujado por el gran García López, o el maravilloso Superman Vs. Muhammad Ali, con un Neal Adams en estado de gracia. Eran joyitas que llamaban la atención por su desacostumbrado tamaño y que quedaron como acontecimientos aislados.
Ahora este formato va camino de convertirse en un estándar y ya casi no sorprende encontrarse los tebeos más extraños reeditados en él. En general, resulta innecesario. Muchas obras han sido dibujadas teniendo en cuenta el tamaño de impresión y al aumentarlo sólo se consigue que los errores sean más evidentes. Hay un reducido grupo de dibujantes a quienes conviene, ya que su precisión y gusto por el detalle les permite salir airosos de la prueba. Pero otros, que han hecho de la simplificación su sello, no lo necesitan en absoluto. Al Watchmen de Gibbons no le va mal la ampliación, mientras que el Batman año I de Mazzuchelli no gana nada con ella.

Con ser un capricho, el formato gigante no constituye un problema. Es una moda del mercado, sin mayor importancia. Más grave es el extremo opuesto, cuando para abaratar costes se reduce el tamaño. Ya lo padecimos en la colección de Clásicos Marvel. Mucho peor fue en el caso de la E.C., donde la calidad de los dibujos quedaba enmascarada por unas reproducciones ridículamente pequeñas. Ahora continúan editándose reediciones de clásicos y el formato sigue sin ayudar. La fórmula empresarial parece un poco absurda: edito un material clásico de calidad indudable, pero como no estoy seguro de la respuesta del público, lo saco en condiciones infectas a ver qué pasa. ¿Es esa la manera de crear afición?

Y es que la lógica que aplicábamos a los tamaños grandes actúa a la inversa sobre los pequeños. Los más simplificados sobreviven, los detallados se convierten en una pasta ilegible. Es lo que está pasando con algunos tebeos europeos que se están publicando agrupados en pequeños tomos. La minuciosa estructura de página que caracteriza al mercado franco-belga resulta ridícula convertida en miniatura y leer se transforma en una tortura para el lector.

Se acaba de publicar un tebeo de Simonson con guión del conocido escritor Michael Moorcock. La editorial ya había triturado el Orion del dibujante en una de sus series de formato mínimo. Ahora aumenta ligeramente el tamaño, pero da igual. Deberían regalar una lupa con el volumen. 

Uno acaba preguntándose si se leen el material que publican, porque es una experiencia atroz. Con todo, Simonson vuelve a demostrar que es grandísimo y Elric es uno de los tebeos imprescindibles del año, pleno de fantasía y muy innovador en el terreno de la narrativa visual. A pesar de sus editores españoles. No se lo pierdan.


Elric
Moorcock y Simonson

Planeta DeAgostini. Barcelona, 2008.


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