sábado, 10 de julio de 2010

El bastardo de Mussolini

“Reto a Dios. Tiene cinco minutos para fulminarme. Si no lo hace, es que no existe”. Con esta brutal frase comienza Vincere de Marco Bellochio. Frase pronunciada por un joven sindicalista de carácter revolucionario llamado Benito Mussolini. Pero Vincere no nos habla sobre el ascenso al poder de “il Duce”, sino de la vida oculta que llevó durante años y de la cual apenas se sabe nada.

Bellochio comenzó a interesarse por el tema tras visionar el documental El secreto de Mussolini de Fabricio Laurenti y Gianfranco Norelli, y tras leer La mujer de Mussolini de Marzo Zeni y El hijo secreto del Duce de Alfredo Pieroni. Así, descubrió al personaje de Ida Dalser, quien se cree que fue la amante del dictador y del cual tuvo un hijo, Benito Albino Mussolini. Hijo que nunca fue reconocido, por supuesto, por “il Duce”.


La película nos cuenta las penurias por las que tuvo que pasar Ida Dalser y su hijo por el mero hecho de amar con locura a Mussolini. En un tiempo donde todo el poder se concentraba en una sola persona, y donde el adoctrinamiento de las masas era la orden del día, el film nos relata cuan fácil le resultó a Mussolini borrar las pruebas que podrían haber salido a la luz pública sobre su infidelidad. Sin embargo, y pese a tener todas las de perder, Ida Dasler trata de mantenerse firme y no renunciar a la verdad, aunque esto le cueste la cordura.


Con un potente comienzo, donde se nos muestra como un joven sindicalista seguidor de Nietzsche va labrándose un nombre y adquiriendo la influencia necesaria como para lograr convertirse en el primer ministro del Reino de Italia, con poderes dictatoriales, claro. Pero, Vincere no se centra en la vida política de Mussolini, y tras ello, la película sufre un completo lavado de cara, dejando atrás cualquier carácter político o ideológico, y centrándose únicamente en la vida y miserias de Ida Dasler y su hijo. Pero tras este giro, el film comienza a volverse monótono y a perder consistencia. A lo que también puede influir su exceso de metraje.

Bellochio hila una película que se encuentra a medio camino entre la biografía y la ficción, entre el drama y el documental, y entre el romanticismo y el belicismo. Con todo ello realiza una especie de “collage” en el que nos muestra una recreación histórica/ficticia, acompañada de imágenes reales y una pasable banda sonora que trata, en todo momento, de realzar el carácter dramático de la situación.


Entre las mejores virtudes del film se encuentran las espléndidas interpretaciones de Giovanna Mezzogiorno, que da vida a la amente de “il Duce”, y de Filippo Timi, quien encarna al joven Mussolini. Aunque, tal vez, el mejor actor que aparece en la película sea el propio Mussolini, a quien tenemos el placer de contemplar en plenos discursos incendiarios recogidos en imágenes de archivo. Seguro que si aún siguiese vivo ya habría sido ganado algún Oscar. Eso sí que era interpretar.

Pese a sus sombras, hay que aplaudir la voluntad del film y el interés que suscita esta película sobre un personaje desconocido que entregó su vida a un amor no correspondido. Un amor que la condenó al ostracismo y la locura. Pero Dasler se olvidó de una cosa muy importante, que “il Duce ha sempre ragione”.

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