Cada vez más vemos que el mundo de la creatividad tiene que ver con lo simple. En los ámbitos artísticos hemos pasado del Rococó caracterizado por su complejidad, al Neoclasicismo y posteriormente a las Vanguardias, creando obras cada vez más simples. Y es que como bien dijo Bruce Lee “La simplicidad es la clave de la brillantez”.
Las personas tendemos a complicarnos la vida nosotras solas sin darnos cuenta. Por ejemplo ¿por qué cuando compramos un teléfono móvil o cualquier otra cosa buscamos que sea la mejor y que incorpore la última tecnología, si luego realmente no sabemos para que sirven ni la mitad de las prestaciones?
El quid de la cuestión está en que muchas de las complicaciones que sufrimos en nuestra vida cotidiana desaparecerían al preguntarnos si la razón original de algo todavía resulta pertinente. Del mismo modo, sería conveniente tratar de conseguir nuevos marcos que nos ayuden a darnos cuenta de que muchas veces buscamos soluciones a algo que en realidad no es un problema. Se trata de nuevas opciones que nos ayudarán a rechazar las ideas recibidas y a escapar de la tiranía de ciertos “expertos”. Porque la simplicidad sólo es peligrosa cuando aún no sabemos muy bien de qué estamos hablando. Cuando todo está claro, resulta ser una herramienta inmensamente poderosa.
En definitiva, y para no complicaros con complejas reflexiones, el libro se resume en “las diez reglas de la simplicidad”:
- Has de conceder mucho valor a la simplicidad.
- Has de tener la determinación de buscar la simplicidad.
- Has de comprender muy bien el asunto.
- Has de diseñar alternativas y posibilidades.
- Has de desafiar los elementos existentes y descartarlos.
- Has de estar preparado para empezar de cero.
- Has de usar conceptos.
- Puede que tengas que dividir las cosas en unidades más pequeñas.
- Has de estar dispuesto a renunciar a otros valores por la simplicidad.
- Has de saber para quien se está diseñando la simplicidad.
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